domingo, 23 de octubre de 2011

Reflexiones sobre la educación

Mis padres, de origen rural, decidieron en los años 60 que la mejor herencia que podían dejarnos a sus hijos era invertir con gran esfuerzo en nuestra educación. No ha habido un sólo día de mi vida que no les haya dado emocionada las gracias  por ello.
Estas inteligentes actitudes domésticas son fácilmente extrapolables a las políticas públicas.
De todos es sabido que el dinero que se invierte en educación además de los beneficios directos produce un ahorro a medio plazo en sanidad (mayor conciencia preventiva a mayor nivel de estudios), en seguridad (ahorro en policía y prisiones), en mantenimiento de infraestructuras (mayor limpieza y conservación de los bienes comunes), por sólo citar algunos.

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