En 1825, al final de su vida, Goethe escribió en una carta a Carl Friedrich Zelter:
"Mi querido amigo, en el presente todo es ultra, todo tiene una trascendencia continua tanto en la forma de pensar como en la de actuar. Nadie se conoce a sí mismo, nadie conoce el elemento en el que trabaja y evoluciona o la materia en la que se ocupa... se ejerce demasiado pronto una gran presión sobre los jóvenes que luego son arrastrados por la vorágine del tiempo; lo que todo el mundo admira y cada uno busca es la riqueza y la velocidad; el ferrocarril, el correo urgente, los barcos de vapor y los servicios de comunicación son los medios que el mundo desarrollado utiliza para avanzar y lo que hace que se atasque en la mediocridad. Este fenómeno es además el resultado de la generalidad, de la banalización de una cultura media, intentemos, en la medida de lo posible, mantener nuestro estado de ánimo y entonces, tal vez con algunos otros, seremos los últimos de una época que no volverá pronto".
Su ferrocarril es nuestros aviones y su correo urgente, nuestros ordenadores. Las grandes historias que Goethe creó para el teatro están aún de actualidad. Mil años después de la caída del Imperio Romano comenzó el Renacimiento. Ha habido una revolución continua en toda la historia y llega el momento en que cada uno mira con nostalgia al pasado y siente que la evolución le sobrepasa. Sin embargo, no es motivo para el pesimismo. Se puede mirar al pasado con lucidez, ser más consciente de lo que ha desaparecido y de lo que desaparece que de lo que va a suceder. No hay motivo para entristecerse, al contrario, hay que ser consciente. Y esta conciencia también forma parte de la cultura.
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