CRÍTICA DE FOTOGRAMAS
Para interesados en la patología del patriarcado
Lo mejor: la contenida indignación de sus imágenes.
Lo peor: a veces, la música se hace demasiado presente...
Por Mirito Torreiro
Nada sabíamos por aquí de las andanzas de la realizadora Ida Panahandeh hasta que, hace unos meses, el premio de la sección Un Certain Regard en Cannes ponía ante los ojos occidentales la enésima evidencia del vigor de un cine que, como el iraní, sigue peleando contra viento y marea por no perder su virulencia crítica. Lo que aquí se cuenta no es nuevo, pero sí lo es tanto su tono, despojado y cotidiano, como la búsqueda de la belleza (extraordinaria la fotografía de Morteza Gheidi) que no suele acompañar la crítica de costumbres.
Se trata de ver de qué manera las convenciones sociales y el predominio del marido ante la ley terminan por sofocar, en un crescendo imparable, la vida de una madre, joven y divorciada, que se vuelve a enamorar, pero a quien le harán la vida imposible cuantos la rodean. Panahandeh rueda con convicción de veterana las andanzas de su protagonista (Sared Bayat), y se apiada de ella, qué duda cabe, pero no pretende su martirologio lacrimógeno. Y no es por ello menor su contundencia crítica: ser mujer no es ninguna ganga, pero en algunos países es aún menos ganga que en otros.
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