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domingo, 14 de octubre de 2012
La utilidad de la filosofia. Gracias JS.
La utilidad de la filosofía
“Vivimos en un clima político histérico. Necesitamos de la filosofía con la misma urgencia que la Atenas de Sócrates”, dice Martha C. Nussbaum.
En vísperas de recoger el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2012, la pensadora estadounidense habla en esta entrevista de sus creencias religiosas, sus preocupaciones sociales y su pasión por el canto
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Foto: Gianluca Battista
No contestaré correos electrónicos durante el Rosh Hashana [Año Nuevo judío que suele caer a comienzos del otoño]”. Los correos electrónicos de Martha Craven Nussbaum son precisos, directos, sin concesiones a rituales sociales. Reconocida como una de las grandes filósofas actuales, profesora de Derecho y Ética en la Universidad de Chicago, autora de más de dieciséis libros (la mayoría, editados en español por Paidós) sobre filosofía griega y latina, derechos de las mujeres, filosofía política, religión e igualdad entre los humanos, Martha C. Nussbaum va al grano cuando se instala ante el ordenador. El próximo día 26 recogerá en Oviedo, de manos del príncipe Felipe, el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2012, un galardón que la ha dejado “increíblemente sorprendida, honrada y encantada”, porque, “aunque estoy al corriente de que mis libros se han publicado en España, y hay algunos jóvenes que han escrito sobre ellos, no era consciente de que se me apreciara tanto”, dice en esta entrevista realizada mediante cuestionario electrónico.
Una humanista de nuestro tiempo
Una humanista de nuestro tiempo
La extensísima obra ensayística de Martha Nussbaum es ejemplar tanto por su amplitud y coherencia intelectual como por su apuesta por una educación basada en la gran tradición cultural para todos
No voy a descubrir a nadie la personalidad de la gran intelectual norteamericana ganadora este año del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, sólo quisiera subrayar la relación de su actitud ética con su admirable formación humanista, en un tiempo en que ese rasgo no es ya frecuente. La extensísima obra ensayística de Martha Nussbaum (Nueva York, 1947), profesora en las prestigiosas universidades de Harvard, Brown y Chicago, es ejemplar tanto por su amplitud y coherencia intelectual como por su apuesta por una educación basada en la gran tradición cultural para todos. En su temática y su estilo se define como una tenaz lectora de los grandes clásicos de la filosofía y la literatura —desde los trágicos griegos, Platón y Aristóteles hasta Kant, Proust, Freud y Nietzsche, por citar a algunos de sus autores predilectos—; y como conocedora y muy aguzada crítica de los novelistas, pensadores y sociólogos más actuales. Contamos con buenas y prontas traducciones de casi todos sus libros, desde La fragilidad del bien (Visor, 1995) hasta Crear capacidades. Propuesta para el desarrollo humano (Paidós, 2012). Como los mismos títulos me parecen reveladores y significativos de esa perspectiva humanista, citaré además: La terapia del deseo, El cultivo de la humanidad, Los límites del patriotismo, Las fronteras de la justicia, Paisajes del pensamiento, India (todos en Paidós); Justicia poética (Bello); Libertad de conciencia (Tusquets); Las mujeres y el desarrollo humano (Herder); El conocimiento del amor: ensayos sobre filosofía y literatura (Antonio Machado), y, en fin, El ocultamiento de lo humano ySin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades (ambos en Katz).
Al margen de estos libros, Nussbaum ha escrito multitud de artículos puntuales y menos especializados en revistas de filosofía y en selectos periódicos académicos, e intervenido activamente en debates actuales sobre política, ética y educación, no sólo en Estados Unidos. Algunos años junto al economista hindú y premio Nobel Amartya Sen.
Con un talante liberal y una actitud personal muy decidida, Martha Nussbaum ha apoyado reivindicaciones feministas y luchado en defensa de los derechos de inmigrantes y de las gentes de otras culturas, defendiendo una verdadera igualdad social de oportunidades, y lo que llama una universal “creación de capacidades” para el pleno desarrollo personal de los individuos de cualquier cultura, raza y condición social. Ha insistido, por ejemplo, en que no solo debe atenderse al PIB como único factor para evaluar el actual Estado de bienestar de un país, sino a la educación y al marco cultural que permita una auténtica realización personal, que va más allá de una mera visión del factor económico como índice único para medir la libertad, la civilización y el progreso. De ahí su insistencia en una educación atenta a todo lo humano, como un derecho esencial, que debe ir más allá de “lo rentable” en su sentido más burdo; buscando una educación pública y universal, abierta a la cultura y a la libertad, una paideia verdadera.
Pero no intento resumir las ideas de M. N., querría solo subrayar cómo en su tan brillante trayectoria ha derivado desde los asuntos filosóficos de tono académico de sus primeros tiempos hacia los libros más recientes, de amplia temática y crítica social. Es evidente que textos amplios como La fragilidad del bien: fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, y La terapia del deseo: teoría y práctica en la ética helenística e, incluso, Paisajes del pensamiento nos muestran a una helenista erudita, una perspicaz comentarista de textos clásicos (no sólo griegos, sino también de Lucrecio, Cicerón o Séneca, y de filósofos posteriores), que relee con hondura crítica los grandes textos de ética y política, retórica y psicología. Con sus numerosas citas, notas y bibliografía erudita, la acreditaron como ejemplar scholar (en la conocida línea de reivindicación y recuperación actual de cierto aristotelismo, como la de Rorty y otros). Pero sus temas no se detenían en el mundo antiguo, sino en los problemas de siempre, como evidencia su atención a la tragedia y la novela, los sentimientos (como el amor, la compasión, etcétera) y, en definitiva, la relación de la reflexión con la acción en la ética y la política. Es decir, rememora las teorías clásicas como instrumentos y referencias para hoy. No en un ejercicio de arqueología docta, sino de comprensión, para entender y juzgar mejor nuestro presente; típica tarea del humanista. Las referencias a los grandes pensadores le sirven para una mirada propia para enfocar con mirada más libre la circunstancia actual e invitan así a sus lectores a nuevas perspectivas sobre esa tradición intelectual (que va de las anécdotas vivaces de un Diógenes Laercio a textos de Platón, Kant y Nietzsche).
Desde esa atalaya de eruditos aires académicos, Nussbaum ha descendido con su aguzado y claro estilo expositivo a las cuestiones más candentes de nuestros días con todo su rigor crítico y su empeño humanista. En libros más breves sobre los asuntos de siempre: la educación, los sentimientos, la libertad, la cultura y la democracia real. Los títulos mismos ya lo apuntan. Y lo demuestran, entre otros, Cultivar la humanidad o Sin afán de lucro, que podríamos recomendar a los programadores de nuestros planes académicos, si su dudoso sentido crítico les permitiera leer y ser críticos al respecto.
Al margen de estos libros, Nussbaum ha escrito multitud de artículos puntuales y menos especializados en revistas de filosofía y en selectos periódicos académicos, e intervenido activamente en debates actuales sobre política, ética y educación, no sólo en Estados Unidos. Algunos años junto al economista hindú y premio Nobel Amartya Sen.
Con un talante liberal y una actitud personal muy decidida, Martha Nussbaum ha apoyado reivindicaciones feministas y luchado en defensa de los derechos de inmigrantes y de las gentes de otras culturas, defendiendo una verdadera igualdad social de oportunidades, y lo que llama una universal “creación de capacidades” para el pleno desarrollo personal de los individuos de cualquier cultura, raza y condición social. Ha insistido, por ejemplo, en que no solo debe atenderse al PIB como único factor para evaluar el actual Estado de bienestar de un país, sino a la educación y al marco cultural que permita una auténtica realización personal, que va más allá de una mera visión del factor económico como índice único para medir la libertad, la civilización y el progreso. De ahí su insistencia en una educación atenta a todo lo humano, como un derecho esencial, que debe ir más allá de “lo rentable” en su sentido más burdo; buscando una educación pública y universal, abierta a la cultura y a la libertad, una paideia verdadera.
Pero no intento resumir las ideas de M. N., querría solo subrayar cómo en su tan brillante trayectoria ha derivado desde los asuntos filosóficos de tono académico de sus primeros tiempos hacia los libros más recientes, de amplia temática y crítica social. Es evidente que textos amplios como La fragilidad del bien: fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, y La terapia del deseo: teoría y práctica en la ética helenística e, incluso, Paisajes del pensamiento nos muestran a una helenista erudita, una perspicaz comentarista de textos clásicos (no sólo griegos, sino también de Lucrecio, Cicerón o Séneca, y de filósofos posteriores), que relee con hondura crítica los grandes textos de ética y política, retórica y psicología. Con sus numerosas citas, notas y bibliografía erudita, la acreditaron como ejemplar scholar (en la conocida línea de reivindicación y recuperación actual de cierto aristotelismo, como la de Rorty y otros). Pero sus temas no se detenían en el mundo antiguo, sino en los problemas de siempre, como evidencia su atención a la tragedia y la novela, los sentimientos (como el amor, la compasión, etcétera) y, en definitiva, la relación de la reflexión con la acción en la ética y la política. Es decir, rememora las teorías clásicas como instrumentos y referencias para hoy. No en un ejercicio de arqueología docta, sino de comprensión, para entender y juzgar mejor nuestro presente; típica tarea del humanista. Las referencias a los grandes pensadores le sirven para una mirada propia para enfocar con mirada más libre la circunstancia actual e invitan así a sus lectores a nuevas perspectivas sobre esa tradición intelectual (que va de las anécdotas vivaces de un Diógenes Laercio a textos de Platón, Kant y Nietzsche).
Desde esa atalaya de eruditos aires académicos, Nussbaum ha descendido con su aguzado y claro estilo expositivo a las cuestiones más candentes de nuestros días con todo su rigor crítico y su empeño humanista. En libros más breves sobre los asuntos de siempre: la educación, los sentimientos, la libertad, la cultura y la democracia real. Los títulos mismos ya lo apuntan. Y lo demuestran, entre otros, Cultivar la humanidad o Sin afán de lucro, que podríamos recomendar a los programadores de nuestros planes académicos, si su dudoso sentido crítico les permitiera leer y ser críticos al respecto.
Relato breve de una convenida decadencia.- Gracias, JS
Relato breve de una convenida decadencia
La deslegitimación de los políticosoculta que el origen de la crisis se sitúa en el corazón del capitalismo financiero y en su nueva clase de ejecutivos rapaces
Se confesaba Juan Valera, en los años de su ancianidad, cansado y disgustado por aquel “afán de regeneración que hoy nos abruma y que va convirtiéndose en pesadilla insufrible y harto humillante”. El alud de libros que él definió como“elegiacos y terapéuticos” no llevaba trazas de parar, todos ellos dirigidos a la regeneración de España, muerta, bajada ya al sepulcro del que los regeneradores de la patria querían resucitarla. Don Juan acompañaba sus lamentos con una recomendación al silencio, a no alborotar más de la cuenta para que la patria se restableciera y recobrara sus bríos con solo vivir tranquila, “sin incesantes trastornos y disparatadas mudanzas”.
Guerreros desganados. Gracias como siempre JS
Guerreros desganados
Tanto que se escribe y se habla sobre la Guerra Civil, y qué pocas veces se presta atención a la vida cotidiana de los soldados a la fuerza
“A las personas normales no les gusta matar ni les gusta morir, a no ser que las haya embrutecido el fanatismo”.
Un libro del historiador británico James Matthews me ha devuelto el recuerdo de algunos hombres mayores a los que conocí cuando era niño, a los que escuchaba intercambiar recuerdos mientras trabajaban en el campo, recogiendo aceituna o labrando la tierra, mientras yo les ayudaba a arrancar patatas, a regar la hortaliza, a guardarla en sacos o en cestos de mimbre que luego cargaríamos en los mulos para llevarla al mercado. El libro se titulaReluctant Warriors, y trata de un asunto que misteriosamente no suele aparecer en los enconados debates españoles sobre la Guerra Civil: los soldados de reemplazo que lucharon en ella, en un bando o en otro, los que estuvieron en la guerra a la fuerza y no por convicción ni por el celebrado cainismo, que gusta tanto a los partidarios de reducir la historia de España a una especie de especulación metafísica, o lo que viene a ser lo mismo, a un panfleto en blanco y negro, o en rojo y azul.
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