domingo, 5 de junio de 2011

JUEGO DE GEOGRAFÍA QUE ENGANCHA.

JUEGO DE GEOGRAFÍA QUE ENGANCHAA ver que tal vamos con la asignatura de la Geografía. Es interesante, engancha... y es instructivo.Vamos a ver si sabemos donde están los pueblos de España...¿¿ La Geografía se nos atraganta ?? 

THE DIGITAL STORY OF THE NATIVITY

Fly me to the moon

Cat Stevens - Moonshadow (live)

Corto Campofrío y los 4 sentidos

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Enrique Gracia Trinidad Cena en Sigüenza 25-7-2010.mpg

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El fin de la erudición IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA 04/06/2011

En la clasificación universal de los pelmazos, el erudito sobresale por encima de todos los demás. Resulta más insoportable incluso que el pedante. Aunque el pedante sea una figura unánimemente vilipendiada, conviene recordar que, a diferencia del erudito, tiene cierta querencia por hacer el ridículo ante los demás, lo cual acaba provocando la hilaridad general. El erudito, en cambio, ni siquiera mueve a la risa. El erudito es un personaje profundamente irritante. En una tertulia o en una cena pasará por las narices de sus compañeros datos de toda índole que solo una mente enciclopédica como la suya es capaz de almacenar. Hablará con idéntico aplomo sobre el origen de la tabla periódica de los elementos, el canon digital o la nueva narrativa uzbeka, que, como todo el mundo sabe, está de moda.

Internet hará que se valoren los trabajos por su originalidad y creatividad, no por la información
Al erudito ninguna pregunta le sorprende. Incluso sabe qué se cuece en el Comité Federal del PSOE. No se olvide que hay eruditos desviados que malgastan su talento aprendiendo datos absurdos sobre equipos de fútbol o competiciones de fórmula 1. Esta variedad es tan insustancial que no merece perder más tiempo con ella. Otra derivación erudita asimismo lamentable es la de quien está a la última de todo y conoce todo lo que se está haciendo en cada momento y en cada campo del saber y de las artes. Tampoco diré nada sobre el erudito obsesivo, que llega a saberlo todo sobre la vida de Napoleón Bonaparte pero luego no sabe quién es Carmen de Mairena.
El erudito suele pertenecer al género masculino. Carece de sentido del humor y adopta un tono severo y grave ante la estupidez circundante. Como es natural, su ecosistema más favorable es el académico. Recuerden esas tesis doctorales que se escriben sobre el uso del dativo en Terencio.
Si se trata de hombre y catedrático de universidad, la probabilidad de que acabe siendo un erudito es 0,763, según los estudios más solventes. Los aires de importancia que se dan nuestros catedráticos son directamente proporcionales a su grado de erudición. Cuando se encuentran varios de ellos, en una oposición, tribunal de tesis o reunión académica, se establece una competición, no menos ritualizada que la que entablan los machos cabríos en celo, por ver quién es capaz de demostrar una erudición más rebuscada.
Al erudito no le interesa la fama ni el dinero. Se contenta con presumir de que es un sabiondo. ¿Hay acaso algún rasgo de la personalidad más repelente que este?
Pues bien, traigo malas noticias para los eruditos. Constituyen una especie en peligro de extinción. Internet amenaza su supervivencia. Antiguamente, el erudito se aprovechaba de un acceso privilegiado a las fuentes de información. Sabía dónde buscar, qué leer y a quién citar. Hoy los datos están al alcance de todos, a golpe de ratón. Basta asomarse a Google, teclear cualquier expresión, por remota o inverosímil que resulte, y al instante tenemos decenas, cuando no miles de páginas en las que podemos encontrar la información que buscamos. El instrumento más asombroso es la Wikipedia. Ahí parece estar todo.
Hay en la Red toda clase de trabajos sobre los temas más variopintos, referencias bibliográficas, citas, anécdotas, notas a pie de página prefabricadas..., un auténtico festín para el estudiante perezoso. No debe extrañar que se detecte un aumento exponencial del plagio. Demasiado tentador es Internet. Todo esto horroriza al erudito, quien actúa como un verdadero aristócrata del saber. Impávido ante su decadencia, el erudito sabe más acerca de Internet y de Google que cualquiera de sus usuarios ordinarios. Pero de nada le sirve ya, pues estamos asistiendo a una democratización integral del conocimiento que hace irrelevante su figura.
Esta revolución del conocimiento tendrá como consecuencia que ya no se valoren los trabajos por la información que reúnen, sino por su originalidad y creatividad. El valor añadido de la erudición es mínimo en la situación presente. Los profesores tendrán que pedir otro tipo de trabajos a sus estudiantes. Los lectores demandarán algo más que información bien ordenada y presentada. Y el prestigio del intelectual o del investigador no dependerá de su memoria particular, sino de su capacidad para decir algo interesante.
Ay, esos catedráticos a los que antes he aludido y que saben sobre Habermas más que el propio Habermas, ven ahora cómo el arte del refrito, con tanta maestría cultivado durante décadas, pierde el aprecio del público. Quizá les dé por decir algo original, todo es posible en este mundo globalizado y en cambio permanente. Internet se está transformando en biblioteca universal y memoria común de la humanidad. Todo queda allí depositado. ¿Para qué nos hacen falta intermediarios?
Permítanme que acabe con una cita erudita. Antes de que existiera Internet, los apuntes de clase, la imprenta o la fotocopiadora, Heráclito de Éfeso, apodado El Oscuro, ya dejó su sentencia lapidaria: "La mucha erudición(polimathia) no enseña a tener inteligencia". Si teclean en Google "Heráclito" + "erudición" encontrarán 75.500 resultados. La frase a mí me la enseñó mi profesor de griego clásico, Rafael Castillo, y durante años presumí pronunciándola en su lengua original. Qué tiempos aquellos.
Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Sociología en la Universidad Complutense y autor de Más democracia, menos liberalismo (Katz).

sábado, 4 de junio de 2011

Tango

Españistán, de la Burbuja Inmobiliaria a la Crisis (por Aleix Saló)

UN ARTÍCULO DE BABELIA. 04-06-2011.

Huelga general

JAVIER GOMÁ LANZÓN BABELIA 04/06/2011 
 
El mejor antídoto contra el totalitarismo de los fines es una sabiduría que emparenta con la filosofía, el arte, y con el sentido del humor
La distinción entre el talento y el genio y la descripción de sus contrapuestas características merecerían un enjundioso artículo, pero hoy prefiero indagar la diferencia entre la inteligencia y la sabiduría. Todos conocemos personas inteligentes a las que diríamos que les falta un poso de sabiduría; y al contrario, personas a las que no vacilaríamos en llamar sabias pero que no nos impresionan especialmente por su inteligencia. Siendo inteligencia y sabiduría dos modos intelectuales de aproximarse al mundo, ¿qué cualidades objetivas tienen sus poseedores que justifican esta diferenciación conceptual?
Mucho de lo verdaderamente noble en el hombre tiene matiz de gratuidad: la amistad, el regalo, la oración, la fiesta y el juego
Es inteligente el hombre industrioso, "fértil en recursos", como llamó Homero a Odiseo. La inteligencia es la facultad de identificar los instrumentos más adecuados para conseguir un fin previamente dado y de usarlos con habilidad y eficacia. En un tipo ideal puro (por tanto inexistente como tal), la inteligencia sin mezcla de sabiduría es una razón instrumental que toma cuanto existe y lo torna utensilio (pragmata): el mundo entero es una caja de herramientas para ella. El científico y el empresario son dos de los paradigmas más acabados del hombre inteligente. El científico descubre leyes en la naturaleza que luego la tecnología aprovecha para su tarea de innovar; el empresario combina recursos materiales y fuerza del trabajo para suministrar productos al mercado: las innovaciones tecnológicas y las mercancías satisfacen los deseos humanos. Como el corazón no deja nunca de desear, los hombres inteligentes son los agentes principales del progreso de la civilización.
Ahora bien, llega un momento en el que uno se interroga por el propósito de tanto progresar. Los deseos del corazón son los fines a los que sirve la inteligencia; por tanto, la inteligencia instrumental recibe los fines desde fuera y no se pregunta por la naturaleza de éstos. Se necesita un sentido nuevo -una estimativa- para el enjuiciamiento de los fines. Esta segunda facultad intelectual, distinta de la inteligencia, es la sabiduría. Sabio es quien ha desarrollado una finesse para discernir, de entre el océano sin riberas de lo humanamente deseable, hermoso y gozoso, lo que, en su caso concreto, aumenta las posibilidades de una vida buena, satisfactoria y digna de ser vivida. Cuántas veces nos asombramos del modo miserable como concluyó sus días ese hombre dotado de clara inteligencia, pero que, a la larga, demostró ser necio y estúpido para reconocer lo que más le convenía ("tan inteligente, tan inteligente, y mira cómo terminó"). El mecanicismo de los medios adquiere una perversa autonomía y coloniza el mundo de nuestra vida ordinaria, por lo que con frecuencia hemos de hacer un esfuerzo para recordar para qué madrugamos, trabajamos, anhelamos y envejecemos. Sentimos entonces la necesidad de pararnos y recordar ese "para qué" que da sentido a nuestro activismo incesante y agotador. Mientras que la inteligencia confirma los fines que perseguimos, la sabiduría se complace en relativizarlos para someterlos a prueba. Dado que la inteligencia tiene de por sí una inmensa tendencia expansiva -que la alianza entre ciencia y mercado excita aún más-, el sabio se ve obligado en determinados momentos a cerrar por un instante la caja de herramientas y detener el progreso.
El ensayo de Georges Sorel Reflexiones sobre la violencia (1908), aborrecible por tantas razones -sus sedicentes reflexiones tienen no poco de apología-, presenta lo que él denomina el mito de la huelga general, entendiendo por tal una imagen eficaz que por su fuerza intuitiva es capaz de desencadenar una acción revolucionaria. La burguesía, humanitaria y decadente, alienta el progreso de los Estados por medio de inteligentes reformas orientadas a reproducir su hegemonía social; el sindicalismo proletario, en cambio, promueve una acción radical y anárquica -la huelga general- para interrumpir la línea del progreso necesario y mediante esa ruptura violenta de la ley histórica restituir la pureza de los fines revolucionarios originales.
Pasando de la historia universal a la individual, hay situaciones en la vida de un hombre en que éste, quizá forzado por las circunstancias -por ejemplo, esa enfermedad que le postra en el lecho del dolor, abrasado por las llamas de la fiebre-, se declara en huelga general con respecto a toda teleología, descansa de ese encadenamiento causal en el que está enredado su vivir, se replantea los fines que hasta ese minuto perseguía con ansiedad, los deja en suspenso para nuevo examen y juega mentalmente con la posibilidad de revisarlos o suprimirlos a ver qué pasa. La sabiduría consiste, pues, en esa quiebra de la economía de la inteligencia que deja espacio para una consideración desinteresada y distanciada de la dirección de la propia vida en su conjunto.
La sabiduría emparenta, pues, con otras actuaciones desinteresadas del hombre como la filosofía y el arte. La doctrina husserliana de la epochéfenomenológica recomienda despojarse de los instintos pragmáticos adheridos normalmente a las cosas con las que nos relacionamos para abrirse a su esencia ideal, que sólo se revela a una contemplación filosófica desinteresada, libre del afán de dominación. Por su parte, Kant define el gusto estético como un juicio desinteresado y sin finalidad de la obra de arte bella, es decir, un juicio sin interés directo en el objeto, como el de un juez imparcial. Y, bien mirado, mucho de lo verdaderamente noble y hermoso en el hombre tiene ese matiz de gratuidad, de otium contrapuesto a los intereses del neg-otium: la amistad, el regalo, la oración, la fiesta y el juego, en el cual, por cierto, Schiller y después Marcuse hallaron inspiración para su ideal de una civilización no represora. Y no quisiera olvidarme del sentido del humor, porque en esa risa redentora que dulcifica la gravedad de la vida, que relativiza por un momento el imperio absoluto de la muerte y rompe su aguijón, que humaniza cómicamente lo monstruoso y lo amenazante que nos oprime, adivino el mejor antídoto contra el totalitarismo de los fines.
Seamos sabios: vayamos a la huelga general.

viernes, 3 de junio de 2011

Cosas de los de Graná. ¿La Culpa es del Arquitecto?

EL PUENTE DE LAS POLLAS (sólo pasa en Graná)



¿La Culpa es del Arquitecto?

 
Dicen que el Arquitecto no previó que la conjugación del diseño del muro junto con el ángulo del sol, en una determinada hora del día iba a causar  esa sombra.

  

PREMIO DE FOTOGRAFÍA DE TAIPEI. 2011.

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"Una imagen vale más que mil palabras"
Esta foto de un niño chino a punto de hacer pis y un pollo mirando el pipí del pequeño
 La foto ganó Año 2011 en Taipei el Primer Premio de Fotografía.